divendres, de maig 07, 2010

'Sólo cuando yo “soy”, puedo “saber” verdaderamente.'

LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD

- Basta con que oigamos la palabra “libertad” relacionada con “escuela” para que nuestra fantasía se vea asaltada por imágenes monstruosas: niños que a toque de campana abren bruscamente las puertas y chillando y empujando son un peligro para los pasillos y la escalera del edificio de la escuela. Niños que se golpean mutuamente las cabezas y responden con insolencia a los adultos, que rompen los cristales de las ventanas y destrozan los materiales que son propiedad de la escuela, que rayan libros, que arrancan las patas de las moscas, que no se cortan el pelo y que cuando andan arrastran los pies...”


- ¿Qué ideal es el que de una forma tan decisiva nos ha hecho creer que sólo podemos considerar como aprendizaje aquello que sucede bajo la dirección de una autoridad, sigue un horario exacto, todo el mundo lo hace a la vez y a menudo comporta monótonas repeticiones del mismo tipo de ejercicios?


- Decisión y juicio: dos conceptos que inmediatamente nos conducen a la pregunta por la libertad y la responsabilidad. Para poder tomar decisiones, necesitamos tener ocasión de practicar de forma continuada y en las situaciones más variadas. Aunque se trata de una capacidad perteneciente a un nivel de conciencia más elevado esta práctica se puede comparar con la utilización de nuestra musculatura. Así el niño pequeño no aprende a correr mediante clases o lecturas sobre la sucesión correcta de movimientos, las leyes del equilibrio, de la fuerza de gravedad y de la velocidad, sino a través del ejercicio infatigable (...) No existe la menor duda: Si nuestros hijos, cuando sean adultos, deben tener la capacidad de tomar decisiones, juzgar cosas y adoptar responsabilidades, ya hoy necesitan tener innumerables ocasiones para ejercitar este “arte”. (...) Ya hoy, en la escuela, es necesario ejercitar el pensamiento creativo y analítico, los sentimientos, la decisión, la capacidad de juzgar, la acción responsable a un nivel de conciencia más elevado. Ya no pueden bastarnos más los antiguos métodos de enseñanza, limitadores de la conciencia y represores de los sentimientos y en los cuales las responsabilidades más importantes están en manos de una autoridad.

A pesar de nuestro miedo, debemos confrontarnos con la pregunta por la libertad en la escuela. Tal vez nos miremos unos a otros un poco perplejos. ¿Cuándo fuimos nosotros mismos libres? ¿En la escuela? ¿En el trabajo? ¿Qué experiencia de la libertad tenemos nosotros que podamos compartir con nuestros hijos? Debemos reflexionar sobre aquellas experiencias en la que nosotros mismos nos hemos sentido vivos, en posesión de nuestros sentimientos, llenos de interés, momentos en los que nos hemos sentido plenamente como “personas”. A partir de estas situaciones de la vida debemos construir el modelo para la “escuela del futuro”: una escuela del ser que no excluye el saber, porque sólo cuando yo “soy”, puedo “saber” verdaderamente.


- ¿Cómo pueden los niños aprender disciplina en un sistema libre?

Los límites de la libertad de cada individuo los establece única y exclusivamente, la consideración de los derechos legítimos de los otros y de la propia seguridad. Los niños experimentan en su propio cuerpo la necesidad y el sentido de estas “limitaciones de la libertad”. De esta disciplina funcional, necesaria para el bienestar general, surge la posibilidad de una verdadera autodisciplina. Esta autodisciplina que se va formando con cada uno de los actos autónomos hace del niño una persona que, más tarde, podrá asumir las concretas responsabilidades de su mundo porque, ya hoy, se le permite que se responsabilice de sus propias acciones.


-¿Quién se atreve a decidir cuándo aprende más un niño: cuándo está sentado en la mesa como es debido y trabaja laboriosamente con material estructurado o cuando se pasa toda una mañana sacándole partido a unas cajas viejas, utilizándolas para todos los fines inimaginables? No importa por donde un niño empiece con su actividad; lo más importante es que se dedique a ella con entusiasmo, que sea un acto completo. Y para nosotros significa sencillamente que, dada una situación, el niño se escuche a sí mismo y que desde su sentir se decida por una actividad, que realice su acción con total entrega y que cuando él decida, la dé por terminada. Todo esto contribuye a la satisfacción del niño y al desarrollo de su personalidad.


- ¿Qué es lo que causa los conflictos más habituales entre los adultos y los niños? Que los adultos viven bajo la presión de la vida moderna, a menudo muy ajetreada, con un horario inflexible, y bajo esta presión se ven obligados a ahorrar tiempo y trabajo para poder competir con los otros, acortando todo aquello que sea pensar y sentir y solucionar sus problemas en teoría antes de realizar algo práctico; que gran parte del pensamiento lógico ha substituido a los sentimientos y que cada persona tiene que luchar contra sus miedos y preocupaciones y que rara vez encuentra soluciones que le satisfagan.

En cambio, los niños tienen un ritmo de vida que en gran parte carece del sentido del tiempo, y que está absolutamente dirigido a la experiencia del momento, la necesidad de estar permanentemente en movimiento, de coger algo, de hacer ruidos, de probar algo nuevo; un hacer carente de finalidad, que sale del puro impulso de la actividad, que parece que él mismo es la finalidad, una repetición inexplicable de acciones aparentemente sin ninguna utilidad...

Así es como las generaciones viven a menudo en conflicto. Un conflicto en el cual el adulto, por su mayor estatura, su capacidad de decisión, autoridad y experiencia, primero tiene la ventaja de controlar la situación. Sin embargo, incluso los niños más pequeños encuentran maneras y caminos de resistirse y defender su propio mundo. Unos se especializan en obedecer y gustar a sus padres; otros en rebelarse. Unos atraen sobre sí la atención del mundo de los mayores mediante permanentes exigencias, mentiras, lágrimas o peleas con los hermanos; algunos no quieren comer, otros comen demasiado. Y así podríamos confeccionar una lista infinita.

Antes de que el niño pueda someterse a la difícil tarea de tomar decisiones por sí mismo, debe tener cubiertas todas aquellas primeras necesidades que le oprimen desde el interior.

No cabe duda de que el verdadero arte en el trato con los niños pequeños consiste en darles en el momento adecuado y de la forma adecuada tanto seguridad y contacto corporal como independencia y libertad de movimientos.


“DESARROLLO DE LA CAPACIDAD CREADORA”; Viktor Lowenfeld/ W. Lambert Brittain; Ed. Kapelusz, Buenos Aires, 1980.